domingo, 12 de febrero de 2012

Cosas que debes saber antes de entablar amistad con un científico (I)

Esa es la verdad: los científicos somos diferentes. Y quiero aclarar que no estoy utilizando el término “diferente” como un piropo velado; es cierto en el sentido más literal de la palabra: si pones en fila a, digamos, a un oficinista, un profesor, un carnicero y un científico, el más raro va a ser el científico casi con total seguridad. Pero de todo tiene que haber, ¿no? Y también podemos ser adorables, a nuestra manera un poco excéntrica. Eso sí, para evitar desengaños, frustraciones e intentos de devolución, hay ciertos conocimientos previos indispensables para todo aquel que se esté planteando entablar una relación de amistad con un científico.
Luego no digáis que no os avisaron.

  1. Probablemente, la mayor parte de sus intereses queden fuera de los límites de tu imaginación. Y no pretendo decir que tu potencial amigo científico sea extremadamente sofisticado; una vez más, es estrictamente literal: tan sencillo como que hay ciertos aspectos de la vida que jamás habrías sospechado pudiesen resultar de interés para ningún ser humano en sus cabales, hasta que apareció él. Por ejemplo, podría mostrar un repentino y muy desmedido entusiasmo por: a) la araña que se ha instalado en el rincón de tu salón; b) la trayectoria que realizan las gotas de lluvia al resbalar por el parabrisas del coche; o c) la mata de pelos que ha crecido dentro del tupper que alguien olvidó en la nevera. Efectivamente, esos detalles que llaman su atención serán, en numerosas ocasiones, precisamente aquellos que los no-científicos deciden explícitamente ignorar; pero no se lo tomes en cuenta: entiende que está demasiado absorto como para percatarse de tu cara de asco.
Por supuesto, esta peculiaridad también se sufre en sentido inverso: si pretendes iniciar una conversación comentando las últimas anéctodas de la vida de Brangelina o señalando lo horrendo del estilo de la nueva colección primavera-verano, lo máximo que vas a obtener, probablemente, es un ladeo de cabeza y una mirada de incomprensión. Eso, si consigues que aparte la vista de la maldita araña.

  1. Tiene prioridades incomprensibles. Si pensabas que los locos del deporte o las madres primerizas eran monotemáticos, prepárate para la experiencia definitiva: el científico y Su Proyecto. El Proyecto de investigación de tu potencial amigo científico es su principio y su final y, por descontado, el único camino hacia el futuro que él conoce. El Proyecto es una fuente inagotable de frustraciones, alegrías y quebraderos de cabeza, y un sumidero continuo de tiempo y energía; es como un gigantesco parásito que retiene a tu amigo en el laboratorio, y que se las ha apañado para inducirle un muy efectivo síndrome de Estocolmo, el muy malvado. El Proyecto no le dará permiso para ir a tu barbacoa, hará que desaparezca inesperadamente de la comunión de tu hermana, y lo volverá incapaz hacer planes con más de dos horas de antelación. ¿Se ha olvidado de que tenía que asistir a su propia fiesta de cumpleaños? Culpa al Proyecto.
“Debe de ser algo importante”, te verás tentado a pensar en un principio, “Igual algún salva el mundo; o, aún mejor, le vale un Nobel”. Pero si le preguntas en qué consiste El Proyecto, y para qué va a servir, y cuándo, le verás azorarse, poner los ojos en blanco, y empezar a balbucear incomprensiblemente. Si esto ocurre, no le presiones demasiado: podrías producirle daños irreversibles.

  1. Si le das la oportunidad, hablará de ciencia hasta que te arrepientas de haber nacido. Un error muy común entre los principiantes amigos de científicos es mostrar un educado interés por su trabajo; sin embargo, aunque esto pueda considerarse una adecuada convención social en la mayoría de los casos, los riesgos que implica en esta situación particular la hacen no aplicable, bajo ningún concepto, a tu amigo científico. Si él intuye el menor indicio de debilidad (y en este sentido los científicos son como los perros, que huelen el miedo) no dudará en inmovilizarte y lanzarte una vehemente perorata sobre las maravillas de la ciencia de la que no sabrás como escapar. Llegado este momento, probablemente no te quede más alternativa que esperar a que se quede sin aire y pierda el conocimiento.
Nunca olvides que, afortunadamente, este tipo de formalismos es innecesario con tu potencial amigo científico: él está acostumbrado a que nadie sepa con exactitud a qué se dedica, así que generalizaciones del tipo “trabaja con ratones/bacterias/plantas” (o incluso el siempre acertado “trabaja en un laboratorio”) son suficientemente buenas para él, y le harán sentirse satisfecho de que tu conocimiento de su labor esté tan claramente por encima de la media. Esa frase bien soltada en el momento adecuado, y un fascinante tupper repleto de hongos, y lo tienes contento para una semana.


CONTINUARÁ…

2 comentarios:

  1. También tienes que señalar las ventajas de tener amigos científicos, como tener a quien pedirle una bata de laboratorio para disfrazarte de Pérfido Doofenshmirtz y poder usarlos como argumento de autoridad cuando defiendes una traducción en clase de Traducción Científico-Técnica.
    Basado en hechos reales.

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    1. ¿¿Te has puesto una bata salida de un laboratorio?? *Momento de pánico* ¡¡¡Insensata!!! (Pero si has sobrevivido para contarlo, ¡bien por tu sistema inmune!)

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